La joven de los dientes de Plata
Había una vez en una gran ciudad, un hogar triste y lúgubre. La familia que habitaba en ella no sabía disfrutar de las pequeñas cosas que les brindaba el día a día, pero la verdad es que la vida no parecía haberlos tratado como a los rostros sonrientes que se cruzaban en su vida cotidiana. La familia tenía escasos medios para vivir, bajo su techo solo eran dos. Un marido robusto, algo severo y adusto, y una mujer frágil y de ojillos soñadores. Al atardecer después de tomar sus escasas viandas, siempre seguían la misma rutina, no diferenciaban un día ni una noche de otra. Después de asearse, se echaban cada uno en su lado de la cama mirando hacia la pared. La mujer pensaba que el hombre estaba agotado de su mal pagado trabajo, y el hombre simplemente no quería hablar, era más bien silencioso. Una vez que miraban hacia su pared él rezaba plegarias para que llegara un día a hacerse rico, mientras la mujer suplicaba la llegada de la risa de un pequeño hijo a sus vidas, así pasaron trescientas tres noches. Hasta que la siguiente noche, una luz parpadeó en cada pared, asustándolos por su intensidad, haciendo que ambos se dieran la vuelta y se mirasen. Nueve meses más tarde llegaría al mundo una pequeña criatura a la que llamaron Diana. Su Padre, Tom la quería pero estaba algo disgustado, pues su situación precaria cada vez iba a más y ahora eran uno más.
Diana creció y cuando le empezaron a salir los dientes su madre se alteró: eran grises, grises como el acero. Rápidamente la mujer llevó a la niña al dentista, que le dijo que efectivamente aquellos eran sus dientes, y que nunca había visto cosa igual. El hombre compadeciéndose de la mujer le dijo que fuera a ver a un conocido amigo, le telefonearía de inmediato. La madre llevó a la niña a un experto en metales con el fin de que pudiera determinar de qué material eran los dientes de la niña. Los dientes resultaron ser de plata: << Nunca he visto una sonrisa con tanto valor>>, bromeó el señor. La madre le hizo prometer al hombre que no diría nada a nadie, el hombre accedió tras el pago de una sustanciosa suma.
Cuando llegaron a casa, la niña no paraba de reír y de decir <<¡soy un tesoro!, ¡soy un tesoro!>>, la madre llorosa se agachó para estar a la altura de su hija, la cogió por los hombros y le susurró:
- Diana, a partir de hoy has fingir ser muda - la niña abrió mucho los ojos sin entender.
- Pero yo sí puedo hablar...
- Ya lo sé cariño, pero si alguien se entera de que tienes un tesoro... pueden hacerte daño, alguien desesperado podría herirte – aunque no lo dijo, la mujer estaba pensando que su marido podría quitarle uno de aquellos dientes. Un diente y pasarían menos hambre mucho tiempo.
La niña pasaba los días callada, pero cogió la costumbre de silbar canciones, ya que así se podía relajar y había comprobado en el espejo que no se le veía ni un diente, así que nadie podría hacerle nada.
Un día en la escuela se puso a silbar pensando que estaba sola, pero para su sorpresa estaba detrás de ella Tom. Él sorprendido cogió a la niña por los hombros y siseó:
- Puedes hablar, todo este tiempo podías hablar... – el hombre comenzó a llorar violentamente. La niña se sorprendió mucho y lo abrazó.
- ¿Por qué no me lo has dicho?¿Por qué...?- La niña dudó pero ante la sorpresa del padre sonrió y el sol reflejaba su sonrisa. Durante la caminata a casa hablaron de sus extraordinarios dientes, la niña le contó a su padre todo lo que sabía de ellos.
Cuando llegaron a casa, la niña aulló:
- ¡ Tengo un tesoro, tengo un tesoro! – La madre con los ojos muy abiertos fue corriendo hacia ella y le tapó la boca. El padre las miró a las dos con ternura, y dijo despacio.
- Cariño aunque te parezca imposible por cómo vivimos, yo tengo dos.
La niña volvió a hablar y sus padres la protegieron de las miradas de asombro y los airados rumores por siempre jamás. Siempre fueron humildes, más junto a su hija fueron felices.
(Protegido por Creative Commons)
¿Qué os parece? ¿Os gusta? ¿No? ^^
Si... no esta nada mal... ¡Me gusta!
ResponderEliminarUn beso:D
Una historia bonita, pero no me gusta que la madre piense tan mal de su marido, pobre hombre, está claro que él las quiere mucho a las dos :-D
ResponderEliminarMe ha gustado, aunque opino como Sinkim, que la mujer desconfiara tanto de su marido no me ha agradado.
ResponderEliminarBesotes!!!
Una historia agridulce, no entiendo cómo la mujer puede pensar eso del hombre que es su marido.
ResponderEliminar1beso